jueves, 21 de mayo de 2009

Historia de la Tinaja

A peticion del respetable publico, aquí está la historia prometida:



Sucedió en Úbeda con ocasión de un viaje de vacaciones que Mercedes y yo hicimos a esa ciudad. Un día visitamos el museo sefardí. El lugar era una casa que había sido preparada para ejercer esa función de museo, los dueños la habían restaurado, era una vivienda sefardí. Estaba atiborrada de cosas, aunque tenía algunos rincones preparados con un gusto exquisito. En un momento determinado, Mercedes preguntó a la chica que estaba al cargo que si vendían algo. Ella contestó que no, sólo unos CD con música sefardí. En esto, apareció por allí una señora, ya madura con restos de una pasada belleza, que la chica nos presentó como su madre. La señora nos dijo que allí no, pero en el interior tenía algunas cosas que podían venderse.

Nos hizo atravesar una puerta disimulada en una de las paredes del museo y entramos en un gran patio, cubierto de césped y una piscina en medio. Se veía que era un lugar de esparcimiento, para tomar el sol y hacer fiestas. Nos dijo que era la casa donde residían en verano. Nos mostró bastantes cosas pero nada que nos llamara la atención. Como veía que seguíamos interesados, nos ofreció visitar una tienda de antigüedades que ella y su marido poseían en otra parte de Úbeda. Nos dio la dirección y dijo que, en un rato, ella iría para allá. Si llegábamos antes, su marido nos atendería encantado.

Nos dirigimos hacia allí y, efectivamente, el marido nos atendió. Éste era un hombre también maduro, agradable de trato, que nos enseñó todo lo que tenía. Nos contó como conseguía las cosas, visitando las obras de restauración que se hacían en las casas de la comarca. Contó historias increíbles, de esas que te hacen pensar:”la gente de éste país no tiene remedio”. Interiormente yo se lo agradecí, pues estaba cansado y quería irme, y su charla hacía agradable la estancia allí. Estando en estas cosas, Mercedes la vio. Verla y decir “la quiero” fue todo uno. Cuando oí su expresión de deseo, tragué saliva. Era una tinaja de mediano tamaño, sobre un soporte de hierro y con una palmera seca plantada en ella. Sé, por experiencia en estos temas, que mi influencia sobre mi mujer es inversamente proporcional al peso o volumen del objeto en consideración. No obstante, intenté que se volviera atrás:

-“La palmera está seca”, exclamé, mientras pensaba “qué tonto soy”.
- “Qué tonto eres”, replicó ella, “no quiero la palmera, quiero la tinaja”.
-“Es muy grande, no cabe en el coche” dije, en un último intento de disuadirla.
- “No es grande y sí cabe en coche”, cuando dijo esto yo ya sabía que la tinaja era nuestra.

El hombre nos lo puso muy fácil. -”No se preocupen Vds.”, dijo, “yo la vacío, la limpio, y se la embalo para que la transporten con toda comodidad”.

Estando en éstas cosas apareció su esposa. Se congratuló que hubiéramos encontrado algo de nuestro gusto y ponderó mucho la tinaja. El marido no recordaba donde la había conseguido, pero estimaba que podría ser del siglo XVIII. Tal vez por la firma del alfarero, que aparecía claramente grabada podría saberse su origen.

-“Bueno. ¿Y cuanto cuesta? “pregunté con todo el candor del mundo.
Me contestaron sin dudar.
-“¿Y no cabría alguna rebaja?” inquirió Mercedes
-“No”, contestó el marido,”tenga Vd. en cuenta su antigüedad”.
-“Bueno. Nos la quedamos” repuso Mercedes.”Nos vamos el sábado ¿Podemos venir a recogerla ese día por la mañana?”.
Aquí hubo un momento de tensión. La señora, muy seria, dijo:
-“El pago debe ser al contado, en efectivo y ahora”.Se justificó diciendo:”Tenga Vd. en cuenta que hemos tenido otros casos donde nos han dejado con la mercancía embalada y no se han presentado a recogerla ni , por supuesto, a pagarla”.
-“Estoy de acuerdo. No llevamos tanto dinero encima. ¿Dónde hay un cajero automático?”. Nos lo dijeron y nos fuimos para allá.
Por le camino traté de convencer a Mercedes, mira que es muy grande, que no va caber en el coche, que se romperá. Todo inútil.
De vuelta a la tienda con el dinero pagamos, y ya todos contentos, Mercedes hizo una pregunta inocente:

-“El soporte de hierro está incluido ¿verdad?
-“¿Cómo no va a estar, señora?, La tinaja sin su soporte estaría incompleta” contestó el marido.
Dio la casualidad que, en ese momento, yo estaba mirando a la señora. Percibí primero una expresión de sorpresa, seguida de una mirada asesina.
Tomé una sabia decisión. Cogí a Mercedes por el brazo, nos despedimos, y la llevé hacia la puerta:
-“Nosotros nos vamos, que tenemos muchas cosas que ver. Lo dicho, el sábado a primera hora estaremos aquí”.
Ya en la calle, Mercedes me preguntó la razón de despedida tan precipitada.
-“Calla, calla, ¿No has visto la expresión de la señora? Ahora a ese buen hombre le debe estar echando una bronca terrible”.

El resto de la semana transcurrió sin novedad, seguimos disfrutando de nuestra visita turística, aunque preocupado por las dimensiones de la tinaja, pues yo no las tenía todas conmigo. Afortunadamente, cuando llegó el sábado, fuimos a la tienda donde nos estaba esperando el buen hombre, con la tinaja perfectamente embalada. Faltó el canto de un duro para que no entrase en el maletero, pero entró. Pensé preguntarle por la bronca pero, prudentemente, me callé.

De allí nos marchamos a vivir la aventura del aceite de la cooperativa, pero esa es otra historia.

2 comentarios:

jordi urgelles dijo...

Si tengo que hacer todo eso no me voy a ganar nunca la aureóla.

Jordi.

Marta dijo...

Queremos la seguna parte, en la Cooperativa de aceite!!